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“Estamos súper contentos en nuestro nuevo piso y nos llevamos todos muy bien, pero sabemos que tenemos que estar perfectamente bien de salud mental para conseguir una autonomía total”. Así de maduro se muestra uno de los ocho usuarios de la unidad 06, Benito Menni, del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos que, hace apenas una semana, salieron del Centro para irse a vivir a un piso de integración social.
Como señala Álvaro Pico, psiquiatra y director médico del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos y de la Clínica Nuestra Señora de La Paz, ambos en Madrid, “quizá el cambio más relevante en el tratamiento de la salud mental es la puesta en valor de la autonomía de esta personas y el respeto a sus derechos como ciudadanos, lo que implica un abordaje integral, la revisión de los programas y protocolos de intervención, contando con el paciente como agente y no solamente como ser pasivo, abandonando de forma definitiva el paternalismo biomédico, tanto en las personas con problemas más leves, como en las personas con problemas crónicos y con una mayor necesidad de apoyos”.
Como ejemplo de esta atención personalizada, propia de los centros de San Juan de Dios España, encontramos a Lucendo, usuario de la minirresidencia que tiene una autonomía plena pero que sigue necesitando el orden y la disciplina que le ofrece el Centro San Juan de Dios. “Yo aquí estoy muy bien, tengo muchísimas actividades cada día. En casa tengo una situación difícil ya que tengo que cuidar de mi madre, muy mayor, y mi hermano, con problemas de alcoholismo”. Este caso, señalan profesionales de la unidad, es lo contrario a lo que podríamos pensar. Lucendo, con una enfermedad mental, lleva la responsabilidad de su casa y de él dependen totalmente sus familiares. Incluso económicamente.
Tendencías y desafíos en salud mental
En el entorno clínico, los modelos de atención en salud mental han evolucionado hacia un enfoque más integral, personalizado y multidisciplinario. A diferencia del paradigma biomédico tradicional, hoy se promueve una comprensión biopsicosocial, en la que se integran factores biológicos, psicológicos y sociales como determinantes clave del bienestar mental.
Esto se ha traducido en la implementación de unidades de atención altamente especializadas, intervenciones tempranas, programas de prevención, uso de tecnologías para monitoreo remoto de síntomas y terapias combinadas, “en los que nuestro modelo de atención integral bio-psico-social-espiritual, cobra aún un mayor sentido, contemplando no solo el diagnóstico y tratamiento farmacológico, sino también el abordaje psicoterapéutico, familiar y comunitario, en cada una de las esferas de la persona atendida” profundiza Álvaro Pico.
Como explica el psiquiatra, la atención en salud mental se dirige hacia una medicina de precisión: intervenciones más personalizadas, basadas en perfiles clínicos y datos objetivos (biomarcadores, neuroimagen, genética, inteligencia artificial). Se prioriza también la detección precoz, sobre todo en poblaciones vulnerables como adolescentes y jóvenes, donde se espera que los primeros síntomas sean abordados antes de que evolucionen a cuadros complejos.
También se observa una clara tendencia de aumento de la demanda, especialmente en población joven y femenina, lo que pone presión sobre los sistemas de salud y obliga a optimizar recursos, capacitar más profesionales y desarrollar redes colaborativas entre niveles de atención.
Superespecialización en salud mental: una necesidad impostergable
La complejidad creciente de los trastornos mentales actuales exige un nivel de conocimientos y experiencia más profundo. Ya no basta con un abordaje generalista: los cuadros clínicos requieren tratamientos más precisos, y eso solo es posible mediante la superespecialización.
“La superespecialización consiste en la formación avanzada y continua de profesionales en áreas específicas de la salud mental (psiquiatría infantil, trastornos de la conducta alimentaria, trastornos afectivos resistentes, adicciones y patología dual, salud mental perinatal, psicogeriatría, etc.), explica Álvaro Pico. Esta segmentación no solo mejora la calidad del diagnóstico y tratamiento, sino que permite una mayor eficacia terapéutica y una reducción de recaídas y cronificación”. Algo por lo que se apuesta tanto en la Clínica Nuestra Señora de La Paz como en el Centro San Juan de Dios, con equipos clínicos interdisciplinares compuestos por psiquiatras, psicóloga/os clínica/os, enfermera/os, terapeutas ocupacionales, trabajadores sociales y otros especialistas que trabajan de forma coordinada, adaptando las intervenciones a las necesidades particulares de cada paciente.
“La salud mental está experimentando un cambio de época” afirma Pico. La aparición de nuevos perfiles clínicos, junto con el avance de la ciencia y la transformación social, exige una respuesta profesional igualmente innovadora. La superespecialización no es una moda, sino una necesidad estructural para ofrecer una atención de calidad, basada en evidencia y centrada en la persona.
La apertura de unidades de alta especialización, con tratamientos integrales e integrados, ha marcado el desarrollo de nuestros centros durante los últimos años, en los que la atención individual y grupal, aumenta el impacto del cambio propuesto, con las múltiples sinergias que la multidisciplinariedad aporta.
Trastornos más frecuentes
Según datos epidemiológicos recientes, los trastornos de ansiedad y los trastornos del estado de ánimo, especialmente la depresión, se han consolidado como los cuadros más prevalentes a nivel global. Además, ha aumentado significativamente la detección de trastornos relacionados con el neurodesarrollo —como el TDAH y el espectro autista— en población infantojuvenil. En adultos jóvenes, se ha observado un incremento en los trastornos de personalidad, las conductas autolesivas no suicidas y el consumo problemático de sustancias en contextos recreativos.
Según el SNS 2023, aproximadamente 34 % de la población española sufre algún trastorno mental, con los trastornos de ansiedad como los más comunes, seguidos por los trastornos del sueño y los estados depresivos. Las mujeres se ven afectadas casi al doble que los hombres, por ejemplo, en los casos de ansiedad, que alcanzan a alrededor del 14 por ciento en mujeres frente al 7 por ciento en hombres.
En cuanto al grupo de población joven (menores de 25 años), los trastornos de ansiedad han mostrado un notable incremento: ya son unos 32,8 casos por cada 1 000 habitantes, aproximadamente el doble de lo observado hace ocho años, y un aumento de alrededor del 30 por ciento desde antes de la pandemia.
Un fenómeno particular en la práctica clínica actual es la mayor presencia de sintomatología ansiosa-depresiva en población joven-adulta, con una elevada carga funcional y repercusión en la calidad de vida. Esto ha sido atribuido, en parte, al impacto de factores como la hiperconectividad digital, la precariedad laboral, la crisis climática y los efectos residuales de la pandemia por COVID-19.